"La esposa del agregado
cultural de la embajada de Austria es rotunda. Cuando la agregada se desnuda,
sus carnes parecen como prevenidas para el desembarco y saltan por su propio
peso. Parece como si cayeran, pero quedan en el aire, elásticas, algo
vacilantes, pero seguras de sí mismas, como las atletas lanzadoras de peso cuando
comprueban la elasticidad de la pierna que va a respaldar el lanzamiento del
cuerpo. Son bicolores, semitostadas por el escaso sol de Washington y el
aparato de sol artificial.
La señora del agregado
cultural austriaco mide 97 de pecho y 90 de cadera. Nadie podría hablar de lo
que es una mujer sin haberla palpado. El frío de las posaderas tiene una
consistencia extracarnal, una consistencia de fruto inexistente. Recorrer con
el cuenco de la mano el torno de su pierna es un viaje del que nadie quisiera
volver.
La señora del agregado
cultural austriaco aprendió el amor en la Escuela de Viena. Es el suyo un
estilo inconfundible. Sus gemidos son de una pronunciación perfecta y sus
aleteos finales superan en delicadeza la muerte de Margot Fonteyn en el El lago de los cisnes. Desde la melena
hasta el diseño de los dedos del pie, la agregada cultural es un perfecto
animal. Cuando la agregada cultural va vestida, sólo experimentan deseos de
agresión un 65 por 100 de la población masculina de Washington y un 44,3 por
100 de la femenina. Pero cuando la agregada se desnuda, pese a que el Instituto
Gallup no lo ha verificado, los agresores serían el 98 y el 76 por 100
respectivamente.
Los labios de la agregada
cultural son fibrosos y adhesivos. Practican un doble movimiento de posesión y
despegue cuya lentitud sólo podría compararse al ralentí de un salto de
caballo. La agregada cultural siempre camina con expresión concentrada, como
los cazarrecompensas. Vive las veinticuatro horas del día pendiente de su arte.
Imagina nuevas técnicas, ejercita continuamente ante un espejo de siete lunas
que le regaló Sukarno, agradecido.
Nunca ha tenido una hora
baja. Nunca ha tenido un minuto de ridículo afeminamiento. Su disposición para
el amor es perfectamente viril, en sus acciones no se conduce con el falso
aplomo de la tímida experimentada, ni con la brutal seguridad de la buscona. Es
como si el acto de acoplamiento se hubiera elevado a la categoría de deporte
olímpico y la agregada ganase siempre, siempre, la medalla de oro.
Cuando la agregada ha
conseguido lo que quería, nunca se despide. Se viste en silencio, te da la
espalda y se marcha antes. Si te enamoras de ella, te abandona y si te suicidas
por ella, no comment. En las
recepciones nunca habla, sólo una vez se ha desnudado en público.
Dicen que ocurrió en Londres,
que una tremenda angustia explotó en el pecho de los comensales. Pero sólo uno
lloró, como si se le hubiera muerto el hijo predilecto".
Extracto de Yo maté a Kennedy
(Manuel Vázquez Montalvan)
Animo, a quien le apetezca, a que aporte en los comentarios una descripción sugerente de un hombre o una mujer. Yo prometo sacar un rato para hacerlo.
Saludos