“Para comprenderse a sí mismo, el hombre necesita que otro lo comprenda. Para que otro lo comprenda, necesita comprender al otro” (P. Watzlawick)

jueves, 11 de julio de 2013

La señora del agregado cultural austriaco



"La esposa del agregado cultural de la embajada de Austria es rotunda. Cuando la agregada se desnuda, sus carnes parecen como prevenidas para el desembarco y saltan por su propio peso. Parece como si cayeran, pero quedan en el aire, elásticas, algo vacilantes, pero seguras de sí mismas, como las atletas lanzadoras de peso cuando comprueban la elasticidad de la pierna que va a respaldar el lanzamiento del cuerpo. Son bicolores, semitostadas por el escaso sol de Washington y el aparato de sol artificial.
La señora del agregado cultural austriaco mide 97 de pecho y 90 de cadera. Nadie podría hablar de lo que es una mujer sin haberla palpado. El frío de las posaderas tiene una consistencia extracarnal, una consistencia de fruto inexistente. Recorrer con el cuenco de la mano el torno de su pierna es un viaje del que nadie quisiera volver.
La señora del agregado cultural austriaco aprendió el amor en la Escuela de Viena. Es el suyo un estilo inconfundible. Sus gemidos son de una pronunciación perfecta y sus aleteos finales superan en delicadeza la muerte de Margot Fonteyn en el El lago de los cisnes. Desde la melena hasta el diseño de los dedos del pie, la agregada cultural es un perfecto animal. Cuando la agregada cultural va vestida, sólo experimentan deseos de agresión un 65 por 100 de la población masculina de Washington y un 44,3 por 100 de la femenina. Pero cuando la agregada se desnuda, pese a que el Instituto Gallup no lo ha verificado, los agresores serían el 98 y el 76 por 100 respectivamente.
Los labios de la agregada cultural son fibrosos y adhesivos. Practican un doble movimiento de posesión y despegue cuya lentitud sólo podría compararse al ralentí de un salto de caballo. La agregada cultural siempre camina con expresión concentrada, como los cazarrecompensas. Vive las veinticuatro horas del día pendiente de su arte. Imagina nuevas técnicas, ejercita continuamente ante un espejo de siete lunas que le regaló Sukarno, agradecido.
Nunca ha tenido una hora baja. Nunca ha tenido un minuto de ridículo afeminamiento. Su disposición para el amor es perfectamente viril, en sus acciones no se conduce con el falso aplomo de la tímida experimentada, ni con la brutal seguridad de la buscona. Es como si el acto de acoplamiento se hubiera elevado a la categoría de deporte olímpico y la agregada ganase siempre, siempre, la medalla de oro.
Cuando la agregada ha conseguido lo que quería, nunca se despide. Se viste en silencio, te da la espalda y se marcha antes. Si te enamoras de ella, te abandona y si te suicidas por ella, no comment. En las recepciones nunca habla, sólo una vez se ha desnudado en público.
Dicen que ocurrió en Londres, que una tremenda angustia explotó en el pecho de los comensales. Pero sólo uno lloró, como si se le hubiera muerto el hijo predilecto".

 Extracto de Yo maté a Kennedy
(Manuel Vázquez Montalvan)
Animo, a quien le apetezca, a que aporte en los comentarios una descripción sugerente de un hombre o una mujer. Yo prometo sacar un rato para hacerlo.

Saludos

Charlie Espada






Llevaba varios días consumiendo más hierba de la habitual. Amargado y enlentecido por la soledad. Una soledad a la que había sobrevalorado y que, sin embargo, me estaba consumiendo por dentro. 
Una tarde, después de fumarme un canuto bien cargado, comencé a notar cómo el labio superior se descolgaba dormido sobre el inferior. Era una extraña sensación que continuó extendiéndose a la lengua, al paladar, a la boca al completo y, poco a poco, también al resto de la cara. La cabeza comenzó a pesar tanto que parecía como si mi cuello pudiera troncharse. Y me dejé caer sobre el sofá sumido en una anestésica inmovilidad. Consciente, pero con los sentidos aletargados y sin fuerza para mover un solo músculo.
Oía los sonidos de la calle muy lejanos, como si procedieran de un espacio paralelo. Y sin embargo notaba el retumbar de los jugos gástricos de mi estómago, de los latidos de mi corazón armoniosamente anodinos. Y notaba cómo mis pupilas se dilataban lentamente dejando vía libre a un torrente salvaje de imágenes y pensamientos.

Un papel en blanco que brilla frente a mí y me produce náuseas. Pinchazos en las entrañas. Arcadas. Me hace sentir dentro un vómito doloroso e impotente. Una piedra en el riñón que me despelleja por dentro. Un parto de nalgas que me abre en canal. Y el papel sigue allí, limpio. Inmaculado. Sin un garabato o una triste salpicadura de bilis negra, o de orín, o de sangre. Y yo, de pie, me río de mi "yo mismo" sentado. Con cara de poder hacerlo mejor. Completamente seguro de ser mejor. Mejor que tú, mejor que él, mejor que yo… Pero sin ninguna prueba. Sin ser capaz de demostrarlo. Ridículamente incompetente por mi narcisismo, por la simiente de un padre habituado a criticar y a destacar lo peor. Soy el fruto de un padre que engendró a un padre que tiene un hijo que se ve sobradamente legitimado para juzgar lo ajeno, pero insultantemente indulgente con lo propio. Completamente ciego con las miserias que me describen e identifican. Con miedo a caminar y dar un paso al frente que pueda ser en falso. Y desenmascare mi impostura. 
Veo la vida pasar por delante de mis ojos, en sentido contrario a como dicen que ocurre en el momento de la muerte, y estoy felizmente casado. Con mi feliz casa y mi familia feliz. Felizmente alienado a lo convencional. Narcotizado de rutina, de facturas, de plazos. De compromisos familiares, compromisos laborales y sociales preestablecidos. Atemorizado ante la posibilidad de salirme de mi guión constreñido. –Este es el camino- le digo a mi hija, o a mi hijo. O a una hija con apariencia de hijo, o a un hijo con apariencia de hija. -Y este es mi raquítico legado-.

Haciendo un enorme esfuerzo, conseguí girarme hasta poder asomar la cabeza por un lado del sofá. Metí un par de dedos en la boca y me provoqué el vómito para terminar con aquella horrible pesadilla. Había pasado más de cuatro horas y estaba completamente sudoroso.
Después traté de analizar lo sucedido. Siempre lo hago. Darle una explicación y un sentido a todo, aunque quizá no lo tenga. Y, tras aquellas alucinaciones, la conclusión fue que debía tocar fondo, revolcarme en él. Rascar en la mierda que lo cubrepara saber hay algo más debajo. Y esa fue la conclusión que saqué: Esforzarme en ser humilde para criticarme o juzgarme a mí mismo antes que a los demás. Esa, y que debía dejar de fumar maría.
Así que, con ese peso que me había quitado de encima, con esa ligereza y esa sensación de desahogo, limpié el vómito caído sobre el suelo y el sofá de manera celerosa y concienzuda. Me fumé un nuevo canuto y pensé en lo confundidos, desgraciados y estúpidos que eran los demás.

martes, 9 de julio de 2013

La Miscelánea está coleante


Cual osezno perezoso, me cobijo en la cueva para resguardarme, en este caso, del calor. Si en invierno es “hibernar”, en verano será “veranear”?, aunque con una connotación muy distinta a la que, seguramente, vuestras malintencionadas mentes imaginan. Porque ni hay playa, ni bañador, ni cócteles con sombrillita… AÚN NO (tiempo al tiempo). Pero sí hay calor, sopor y muy “poquita gana”, lo reconozco.

Y como las neuronas están, aunque sea de esta guisa, y hay cuerda para rato, aunque vaya más “paradita”, sigo miscelaneandoos con un afán, espero, refrescante.

Calurosos saludos.

jueves, 13 de junio de 2013

Nuevos Relatos en Cadena

Aquí os dejo los relatos en cadena que envié para esta semana. Que os gusten y os animen a participar!!!




La sirena cautiva vomita pulpos de siete patas en la taza del váter, derramando los grilletes de su atractivo y perdiendo los retazos de belleza que le restan en cada bocanada. Allá va el rímel, con forma de arácnido peludo. Allá su hermosa voz, transmutada en estertor.
Comprueba, resignada, que, en las manos del alcohol, hasta la más decente dama se convierte en cortesana. Y observa el grumoso sumidero mientras, con cada arcada, un nuevo tentáculo asoma por su boca manchada de carmín.

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La sirena cautiva vomita pulpos de siete patas en la taza del váter, mientras el pescadero trata de convencer inútilmente a la clientela de tener el género más fresco del mercado.

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La sirena cautiva vomita pulpos de siete patas en la taza del váter y Ulises, desatándose del mástil desilusionado, mira con ojos golosos al contramaestre.


sábado, 8 de junio de 2013

Memorias de Agripina




Interesante período oscuro-convulso de la historia del Imperio Romano. E intersante conocerlo de la mano de uno de sus protagonistas principales. 

Eso sí, he acabado más que empachado de tanta intriga y ambición de poder.

¡Menudo mal bicho es Agripina! Por momentos me recuerda a esa particular esperanza… La “esperanza” que se apellida Aguirre ;)