“Para comprenderse a sí mismo, el hombre necesita que otro lo comprenda. Para que otro lo comprenda, necesita comprender al otro” (P. Watzlawick)

domingo, 7 de abril de 2013

La primavera, mis dos Aes, Tarantino desbocado y una crítica de cine que no habla de la película




Hace algunas noches me fue imposible dormir. La llegada de la primavera trae consigo el sol, un clima más cálido, flores, luz, color, amor… Cosas tan apetecibles que hacen fácil de vender esta estación como la preferida para la mayoría. Pero no para mí.
Y es que mis genes traen de serie dos “Aes” que me joden la primavera. A y A, es decir, la Astenia y la Alergia.
En cuanto a la primera, al ser primaveral, puede ser sufrida por bastantes más personas en estos días. Y vaya que, aunque a uno le puedan llamar tonto al consolarse por esto, la verdad es que la cara de cansancio parece menos repugnante en el espejo del ascensor cuando el resto de sus ocupantes también se han apuntado a la moda gótica con ausencia de maquillaje.
Sin embargo, en cuanto a la segunda de las Aes, la de la Alergia. Resulta significativo que, aunque, como la anterior, es también sufrida por otras personas, por muchísimas otras personas, en su caso esta circunstancia ni me consuela, ni me importa en absoluto. La razón: las rinitis son particulares e intransferibles. Y, por ende, la mía es mía, y sólo mía. No la comparto. No quiero saber nada de la de los demás. Y la sufro en mi más íntima y silenciosa soledad.
Ella y yo nos conocemos desde hace tanto tiempo que, aunque nos encontramos año tras año en este viaje, y sabemos de qué pie cojea cada cual, no podemos aguantar la tentación de hacernos la vida imposible el uno al otro. Yo a ella con antihistamínicos, humidificadores, un rollo de papel higiénico (ya que los kleenex resultan sólo armamento ligero) y absoluta reclusión llegado el caso. Ella, conocedora de lo que me jode, con ácaros, aire a raudales, irritación y mucosidad. Una abundante, líquida e incontenible mucosidad.
Así que, tal y como decía, y tras desviarme (espero que lo justo) para contextualizar mi estado físico, hace algunas noches me era completamente imposible conciliar el sueño (dejo la descripción de los detalles de dicho insomnio a la imaginación de cada uno). Por lo que me levanté, leí un rato, tomé un vaso de leche, ordené algunos papeles y, a eso de las cuatro de la mañana, completamente convencido de que regresar a la cama sería completa e inequivocamente inútil, me dispuse a ver la última película de Tarantino: Django desencadenado.
Ciento sesenta y cinco minutos. Más de dos horas y media de metraje que suponía llegar a las seis y media de la mañana (hora a la que se levanta mi bebé sea día laborable, festivo, haga calor, llueva, truene, sea verano, invierno o primavera) sin pegar ojo.
Me dio una pereza tremenda, no lo negaré. Pero, tras estornudar y sonarme los mocos una vez más, pulsé resignado el botón play del reproductor. Y comencé a verla.
Os seré sincero. La rinitis no cesó en absoluto, quizá todo lo contrario. Los ojos me picaban a rabiar. Pero aquello pasó a un segundo plano. Porque, desde el minuto uno, un Tarantino completamente desbocado (…por lo del western) me hizo volver a los ochenta y a mi infancia de películas de videoclub no recomendadas para menores de 18 años que veía desde los 7. No desvelaré mucho, no quiero estropearle a nadie la peli. Sólo diré tres cosas: tiros, sangre y entretenimiento. Y esta última la repetiré otras tres veces: entretenimiento, entretenimiento y entretenimiento. Hip hip hurra!!
 La película se pasó volando a pesar de su duración. Y terminó con una musiquilla excepcionalmente elegida, tal y como siempre hace “Tinín”. Llamo así a Quentin, porque aunque no lo conozco en persona, es como si él me conociera a mí de toda la vida. Cómo, si no, sería capaz de ofrecerme, en una noche como aquélla, lo que ni yo mismo sabía que necesitaba.
El día siguiente fue horrible. La rinitis seguía allí y las ojeras eran incluso más grandes que el cansancio que las originaba. Pero, aunque las películas de Tarantino, en la mayoría de los casos, me han gustado bastante, recordando ésta, con una sonrisa en la boca, sólo podía declararme "desbocadamente" incondicional. 
Así que, sin ninguna duda, os recomiendo que la veáis. Eso sí, no esperéis que deje poso, porque él tampoco lo espera. 
Y después de esta extraña crítica, ¿qué otra cosa podría hacer para vendérosla? os pegaría mi rinitis, pero son individuales, las alergias no se transmiten…

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