“(…) La poesía, señor hidalgo, es como una
doncella tierna y de poca edad, y en todo extremo hermosa, a quien tienen
cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas
las otras ciencias; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída
por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones
de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe
tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener, el que
la tuviere, a raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados
sonetos; no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas
heroicos, en lamentables tragedias, o en comedias alegres y artificiosas; no se
ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer
ni estimar los tesoros que en ella se encierran. Y así, el que con los
requisitos que he dicho tratara y tuviese a la poesía, será famoso y estimado
su nombre en todas las naciones políticas del mundo (…)”.
El Quijote [Segunda Parte. Extracto del Cáp. XVI]
(Miguel de Cervantes, 1615 )
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